Llevaba un buen rato intentando conseguir una erección, la risa de Eva se le clavó como un puñal en el pecho, se le aceleró el pulso y con todas sus fuerzas le dio un bofetón en la mejilla, se hizo silencio, ella esbozó una sonrisa, tenía el labio roto, su mirada se dirigió hacia el miembro de Carlos, ahora firme y erecto, él tomó una bolsa de plástico y se abalanzó sobre ella, forcejearon un rato, ella le arañó la espalda, él le cubrió la cabeza, con la bolsa; controlando la cantidad de aire que recibía , llevándola al borde de la asfixia, mientras, la penetraba, se movía dentro de ella. Eva apenas podía respirar pero le alcanzó el aliento para gritar: “más duro, maricón”. Todo terminó con un orgasmo, muy largo. Los niños dormían en la otra habitación, amanecía.
Frente a la casa, agazapados entre los arbustos, acechaban las victimas de todas las estafas que habían cometido en los últimos quince años.