miércoles, 25 de septiembre de 2013

Obediencia.

domingo, 6 de mayo de 2012

Cambio en Cuba ¿Cuál es el momento y cómo se llega a ese punto?


En terapia he aprendido a respetar los tiempos de los pacientes, un tiempo que va asociado a un proceso de maduración, este proceso se suele iniciar a partir de la aparición de síntomas, el paciente adquiere conciencia de que algo no anda bien y, muchas veces después de muchos rodeos y postergaciones que pretenden minimizar la posibilidad de tener un problema, decide aceptar esta posibilidad, aun después de llegar a este momento podrían pasar años para decidirse a indagar en las causas del problema e intentar encontrar soluciones.

Este proceso tiene un ritmo variable que se ve favorecido u obstaculizado por las circunstancias de vida del paciente, hay situaciones que hacen evidente la precariedad de sus recursos o estado de vida, que abren una especie de ventana u oportunidad para el cambio, y otras en las que aparentemente nada sucede porque sus capacidades, aquellas en las que radican sus mayores problemas, no son exigidas.  Suele pasar que en una especie de espiral dialéctica nos encontramos a la misma persona frente al mismo problema pero en uno de esos ciclos sucede que algo ha cambiado en su actitud, esta vez es él, y no el terapeuta, el que habla de  cambio, lo percibe no solo como una posibilidad sino como una necesidad impostergable, hay hambre por cambiar. ¿Qué ha pasado?

Este proceso de identificar el problema pasa ineludiblemente por el desengaño y el dolor, hay ocasiones en que se tiene una visión de la realidad aprendida de terceros y asimilada como parte de nuestra visión del mundo, aunque en este caso, si esa visión se acerca a la realidad, esta persona esta un paso adelante, pero la convicción con que asume ese conocimiento no tiene la misma fuerza que la que suele tener quien ha tenido que hacer toda una relaboración de su percepción de la realidad y en ese proceso ha tenido que vivir el dolor y el desengaño para llegar a una nueva verdad, más cercana a la realidad que la elaboración previa, este sujeto que se plantea el cambio por lo general  esta en un punto en que es más el sufrimiento derivado de su posición que el temor y la angustia que le produce lo desconocido y el cargar con la responsabilidad de tomar sus propias decisiones. Y ahora nos acercamos a una variable que a mi me parece determinante en todo proceso de cambio.

Estoy convencido de que el sufrimiento y la angustia  es el motor del cambio pero contradictoriamente nuestro cerebro funciona como una perfecta maquinaria que intenta constantemente ahorrarnos sufrimientos y angustias, de manera inconsciente tendemos  a generar automatismos, hábitos y conductas rutinarias que  nos dan una sensación de estar en control de nuestra vida, como si de un ordenador se tratara nos vamos desconectando a cada paso de aquello que nos podría causar angustia y aumentar nuestra sensación de desamparo y descontrol. Es decir, tendemos a la estabilidad en términos emocionales y conductuales, no nos gustan los sobresaltos. Es por eso que visto en términos de economía de recursos, entiéndase angustia, cuando aparecen los síntomas, para disponernos al cambio es necesario  tener una percepción de que nuestro sistema, forma de ver y relacionarnos con el mundo, estilo de vida, etc., se ha vuelto  inestable, es necesaria una sensación de inevitabilidad, una especie de premonición de una catástrofe inminente, de forma tal que no hay otro camino que hacer cambios para acceder a otro momento de equilibrio donde la angustia y el temor vuelvan a estar  a raya. Y digo que este mecanismo de economizar recursos me parece crucial porque es también determinante a la hora de buscar alternativas para resolver  la crisis.



La huida, por ejemplo, es también un recurso adaptativo y que podría facilitar un nuevo equilibrio, en términos psicológicos un trastorno disociativo, aunque patológico, ofrecería un nuevo estado de equilibrio, si extrapoláramos esto a lo social, para quien vive en una dictadura, escapar de su país es también una búsqueda de estabilidad y un recurso adaptativo. A veces la huida es mucho más sutil y pasa por adornar y edulcorar la realidad, buscar culpables de nuestra desgracia, adueñarnos de un arquetipo que nos pone salvo de la sensación de no hacer nada como esos artistas puros y apolíticos, o vivir al amparo de nuestras miserias, sean reales o imaginarias; todos estos mecanismos son eficientes y adaptativos en términos de economía de recursos pero todos comparten el hecho de que no modifican la realidad de manera activa sino que están enfocados en hacer cambios en la manera de relacionarnos con el problema, con un fin adaptativo, que no es poco, pero que dejan intacto el problema en si mismo. Para que toda esa energía se canalice en función de modificar causas tendría que haber una percepción, que puede corresponderse o no con la realidad, del individuo, de la masa si extrapolamos esto a lo social, de que es más económico hacer esto que cualquier otra cosa, ese convencimiento y percepción de lo inevitable esta también a merced de la historia de vida del individuo, sus creencias y convicciones morales. Mientras tengamos una alternativa menos costosa seguiremos optando por ella aunque no sea la mejor de las soluciones, más que un acto de cobardía se trata de supervivencia pura y dura.


Nota: post previamente publicado en El blog de los 4 gatos.

Químicamente puros.

“Nacido en el seno de una familia obrero campesina desde mi más temprana infancia he estado involucrado en las tareas de la revolución, fui pionero a los 6 años de edad…”
“He participado en trabajos voluntarios,  guardias cederistas,  ingresando en dicha organización a los 14 años de edad…”
“No tengo creencias religiosas…”
Mientras descubríamos la carne rusa con pan de flauta y mantequilla, combinación esta altamente recomendable y que, por más que lo he intentado hurgando en cuanto mercado ruso que me encuentro, no he podido reproducir, pues nunca me parece que la carne es la misma, se escribían líneas como las de arriba, cientos, miles de palabras, de lo que podría ser parte de la biografía de casi cualquier cubano nacido en la revolución; una biografía que se iba adjuntando al expediente académico del niño desde que estaba en la primaria, cuando solo contaba con unos 4 o 5 años de edad y en la medida que este crecía y deseaba aspirar a las oportunidades que ofrecía la sociedad cubana, debía ir dando fe de responder a las expectativas que imponía una educación comunista, de la misma manera que muchos padres se veían obligados a responder a esa misma expectativa para proteger el futuro de sus hijos.  De esta forma, si se trataba de una familia desafecta a la revolución, por lo general se entrenaba al niño en las artes de la doble moral y mientras había un discurso para el exterior, otro muy distinto se escuchaba puertas adentro. Esto fue especialmente notable hasta finales de los años 80. La hambruna de los 90 destrozó muchas de estas barreras, en especial porque acabó con la fe revolucionaria de muchos creyentes y se hizo evidente,  para casi todo el mundo dentro de Cuba, que caminábamos hacia ningún lugar y lo único que importaba era sobrevivir  aunque, para ser exactos, no habíamos hecho otra cosa que intentar sobrevivir,  solo que la tenaza del hechizo castro comunista, plagado de mitos y promesas y que servía como especie de soporte moral, romántico, se deshizo por completo en los 90 dejando en su lugar un mundo de pillos, carentes de moral, donde todo vale y aquello de “lo que te den cógelo”  fue convertido en  consigna nacional para poder “escapar”. Y del escapismo hemos hecho todo un arte, especialmente cuando de escapar del país se trata.
El amor vino en una escuela  llamada  “La Lenin”, no era fácil entrar en aquella escuela, no solo se trataba de mantener un expediente políticamente impecable sino que había que romperse el cerebro, primero para entrar y después para mantenerse, pues el nivel de exigencia era muy alto. Estudiar en La Lenin no sólo era un símbolo de sometimiento en el orden político sino, y sobre todo, era sinónimo de excelencia y rigor intelectual, algo de lo que se solían sentir orgullosos alumnos y familiares. Pues en La Lenin descubrí mi primer amor, Odalys. No puedo pensar en ella sin evocar los largos pasillos de la escuela, el cine, los salones de estudio y la carretera de circunvalación donde solíamos correr. No fue mi único amor, recuerdo perfectamente a Laura,  fue en un trabajo voluntario, en medio de un campo de café, uno de aquellos que parecen no tener fin, al final se veía una ceiba, quedamos en vernos allí, ella era un par de años mayor que yo y se notaba. Así es, perdí la virginidad en un trabajo voluntario. También en La Lenin yo, y casi todo el mundo, se echo a llorar cuando escuchamos, toda la escuela formada, el parte oficial donde se informaba que “los últimos cubanos que resistían en Granada se habían inmolado envueltos en la bandera”, cerca de 4000 adolescentes llorando debe haber sido un espectáculo digno de los funerales del “queridísimo líder”, después todo se aclaró con aquello de “use tenis Tortoló”.
Ya debe haber alguno que debe creer que estoy haciendo una apología del castrismo, pero no es lo que intento hacer, solo trato de hacer notar que la vida de cualquier persona tiene muchos matices, por ejemplo para mucha gente una escuela como La Lenin es un símbolo del adoctrinamiento castrista y  tienen razón  en parte, porque también simboliza alguna de las cosas que arriba refiero y en un plano más personal esta asociada en la vida de los que allí estudiaron no solo a lo peor de la educación comunista: el desarraigo de la familia, la manipulación política, la precocidad y abuso sexual , casos de acoso, e incluso violencia y suicidio entre adolescentes etc. También allí se forjaron amistades para toda la vida, otros descubrieron el amor, adquirieron independencia, y habrá alguno que hasta a salvo de su familia se sentiría!, en ese mismo espacio es posible que muchos hayan empezado a aprender a pensar, a cuestionarse la realidad por primera vez. Quiero decir, que nada es en blanco y negro, pero por desgracia no todo el mundo tiene esa visión de las cosas.
No es raro encontrar en la blogosfera personas que exigen, en especial a los recién salidos de Cuba,  una especie de biografía personal para acreditar que se es anticastrista, o a veces solo para ser digno de opinar. Y no es que no sea importante el pasado de la gente pero es ridículo que habiendo nacido la mayoría de la población cubana después del  59 y crecido en un país como el que tenemos, donde todo esta en manos del gobierno,  pretender que no se haya  tenido que crecer bajo las reglas que esto impone es ignorar una realidad aplastante. Que hubo gente que abrió los ojos muy rápido y estuvo, desde el principio, dispuesta  a pagar el precio que fuera necesario por no renunciar a la verdad también es cierto y son esos los que se han encargado de llevar sobre sus hombros la dignidad de muchos, lo curioso es que no suele ser esta la gente que se sienta a enjuiciar el pasado de otros, quizás porque saben mejor que nadie el precio que hay que pagar. Por lo general, en mi experiencia, estos juicios vienen de gente que abandonó el país en los primeros años de la revolución, y aunque sufrió también sus consecuencias y vejaciones, y son victimas, parece les falta la empatía, o quizás la experiencia, para ponerse en los zapatos de los que hemos tenido que mamar de la revolución desde que abrimos los ojos al mundo, quien ha vivido esto sabe lo que cuesta ver desde adentro el verdadero rostro de la dictadura, en especial en años en los que la circulación de la información estaba casi absolutamente controlada dentro de Cuba. Si queremos abrazar una Cuba libre hay que contar con todos, cada cubano exiliado se ha ido de una Cuba distinta y los que están dentro viven en otra, por eso todas las visiones son importantes, lo que debe contar es lo que podemos aportar unos y otros para conseguir esa libertad, se necesita además de una cuota de humildad para aceptar que el más simple de los mortales podría darnos una lección, si carecemos de esa humildad estaremos tirando brazos que desean empujar en nuestra misma dirección y de paso estamos cerrando la puerta a otros.
 No quiero con esto que alguien vaya a pensar que estoy  justificando la conducta y las acciones de nadie por mucho que pueda entender que son fruto de su historia, creo que todos los adultos tenemos una responsabilidad para con nuestras acciones y, a menos que se este psicótico en el momento de los hechos, tendremos que responder algún día de nuestros actos, algunos lo harán ante la ley, otros frente a sus hijos, y todos ante Dios y la historia.

Nota: post previamente publicado en El blog de los 4 gatos.

La gradualidad de la experiencia.

Hace unos días hablaba con unos amigos católicos acerca de la evangelización y en medio de la conversación surgió la expresión “gradualidad de la experiencia” que no se refería a otra cosa que al hecho de que en temas de fe debe haber una especie de cuidadosa aproximación a la misma según el grado de conversión, o ausencia de esta, de la persona que se acerca a ella, hay  que adecuar la experiencia que se brinda al estado de quien la recibe con la intención de que no quede abrumado por aspectos profundos de la fe, que requieren un largo proceso de búsqueda y reflexión interior, sin antes haber experimentado las cosas más básicas y que constituyen los cimientos de ese edificio espiritual. En otras palabras, no tiene sentido hablarle de  la teoría de la relatividad a un niño que aún no se ha aprendido las tablas de multiplicar.
Pero que nadie se espante, no es de religión de lo que quiero hablarles sino de a lo que esta conversación me condujo. Resulta que como en todos los ámbitos de la vida humana, son personas las que  ponen en práctica las ideas, y por muy sensatas que estas parezcan siempre existe el riesgo de que las manipulen e interpreten para su propio beneficio. Hay un punto en particular que me gustaría hacerles notar y es el hecho de que este concepto, el que da título a este post, implica que existe la posibilidad de que, ya sea por su propia necesidad de control, o en el mejor de los caso ignorancia, unas personas que tengan la autoridad de, después de hacerse un juicio sobre el conocimiento, sensibilidad, etc. de otras personas,  determinar que cosas podrían o no experimentar estas,  terminen negándoles la posibilidad de decidir por si mismas e irrespetando su libertad y dignidad personal, escudándose para ello en la gradualidad del conocimiento. Cuando las cosas van en esta dirección es porque el mal de fondo es que no se reconoce al otro como un igual en cuanto a derechos y potencialidades. Todo esto me hizo pensar en  Cuba.
Sobran ejemplos de control de la información a lo largo de estos 50 años, desde  pasar por alto que el hombre llegó a la luna y hacer como que eso no pasó, hasta mandar a pelear a miles de hombres,  guerras en África, sin consultar a nadie. Sobran los ejemplos de ese control descarado de la vida de todo un pueblo por un grupo de villanos iluminados, pero lo curioso es que de cara al interior de Cuba el discurso se ha intentado suavizar con argumentos que entroncan perfectamente con esta gradualidad de la experiencia a la que hacía referencia. Recuerdo que estando en la universidad un personaje del partido se reunió con el estudiantado para recoger sugerencias acerca de la calidad de la educación, eran los años de la Perestroika en la URSS, a mi se me ocurrió pedir la palabra y preguntar por qué en los libros de historia no se hacía referencia a lo que había ocurrido en Hungría en el 56, o en la primavera de Praga del 68, o más recientemente en Polonia con Solidaridad. El funcionario del partido estaba perplejo, no sabía que contestarme, al final terminó echando mano del argumento de que eso se hacía para proteger a los jóvenes de interpretaciones erróneas, que eran temas muy complejos pero que esas experiencias si eran debatidas en las más altas esferas del partido, que elevaría (palabra muy a la moda entre esos personajes) mi inquietud y bla, bla, bla. También escuche más de una vez decir que los cubanos no podíamos tener dólares para protegernos de las tentaciones del consumismo capitalista, o que no podíamos escuchar según que música porque eso dañaba nuestra integridad ideológica, vaya, que era diversionismo ideológico y había que proteger a los pobrecitos discapacitados mentales.

 Una expresión que resume estos ejemplos es aquella de “no estas preparado para…”, solo los elegidos, y encima, había que agradecer el sacrificio a nuestros líderes que se exponían a tan grandes riesgos.
Hoy el discurso no ha cambiado mucho. Se habla de transición, de liberalizar la economía, de otorgar algunas libertades, pero con mucho cuidado, todo tiene que ser de forma “gradual,” para proteger a nuestro pueblo, y a la Revolución (que ellos dan por supuesto es una cosa que esta por encima del resto de los mortales y que todos sabemos que cuando hablan de Revolución solo se están refiriendo a los intereses del grupo de iluminados que están en el poder y que deciden la cuota de libertad que le corresponde a cada cubano). Dicen que van a flexibilizar la política migratoria, pero… “gradualmente”, para que el vértigo que produce el encuentro con la libertad  no le produzca un infarto cerebral a nadie.
Recuerdo que mis primeros días en libertad los viví en la ciudad de México y aproveché para ver algo de la riqueza cultural de la ciudad, así que me fui en el metro hasta el Zócalo, cuando salía a la superficie me sorprendió una música que inundaba toda la plaza a gran volumen, era la canción que Carlos Puebla le dedicó al Che, no pueden imaginar mi sorpresa y el susto que me llevé, pensé que había estado soñando y que mi reciente fuga del castrismo no era tal.  No demoré mucho en averiguar de que se trataba, era un plantón de estudiantes izquierdozos, que reclamaban no recuerdo que cosa, y que estaban allí acampados bajo unas carpas, con todo aquello lleno de carteles donde abundaban la hoz y el martillo, había un par de policías cuidándolos y el resto de la plaza estaba lleno de turistas y nacionales dedicados cada uno a lo suyo e ignorando en su generalidad el famoso plantón. Yo desde mi recién estrenada libertad, y que además creía que tenía claro lo que debía ser el juego democrático, debo confesar que me costó procesar esa realidad y entenderla, fue mi primera lección de democracia, de respeto a la opinión del otro aunque no la comparta, es una lección que no he olvidado y no hubo nada de gradualidad en el asunto.



La libertad y el derecho al ejercicio democrático como expresión de esa libertad es condición básica para el desarrollo personal y social, Esto está en los cimientos de nuestra vida, a vivir bajo sus reglas se aprende haciendo y para eso hay que empezar cuanto antes. Todo lo que se interpone en ese camino no son más que estrategias de control, pretextos que parten del desprecio por los semejantes y cuyo único fin es la ambición personal y las ansias de poder de unos pocos.

Nota: publicado previamente en El blog de los 4 gatos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Marinero quiero ser.

 
Papá yo quiero que tú me lleves a navegar por esos mares del mundo…

Y un buen día, sin saber muy bien cómo, se encontraba a bordo de un barco pesquero, la pesca no se le daba muy bien, pero ahí estaba por aquellos extraños azares que tiene la vida, cumpliendo un sueño de la infancia, y más.
 Bajo la proa se abría un abismo cristalino donde se perdía la luz y del que brotaban peces voladores como si de un gran surtidor se tratara, salían disparados y planeaban sobre las olas, bajo el agua les aguardaba algún depredador, era un espectáculo entre bello y terrible a la vez, la vida transcurriendo con toda su crudeza, despojada de adornos y ajena al drama humano. En la popa una estela espumosa era el único testigo, apenas segundos, del camino recorrido.
La brisa, el sonido monótono del motor, el calor abrazador, olor a monóxido de carbono inundando el camarote, y nauseas, muchas nauseas. En un rincón una caja de libros, sobre ellos flota la promesa de ser devorados en un par de meses.  
 Leer, pescar,  meditar, soñar, temer, huir, olvidar, adiós, amar, llorar, mentir, esto y más. En silencio, callado, mordiéndose la lengua, contando los días, espiando a hombres y olas por igual, intentando encontrar un sendero hacia la libertad.
 

domingo, 16 de octubre de 2011

Adios a Laura.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

martes, 20 de septiembre de 2011

Southbound Pachyderm.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Como dioses.

A veces tengo algo así como premoniciones. Hace tan solo unas semanas estuve preparándome para un largo viaje, en que debía tomar varios aviones, no era la primera vez, y aunque no suelo sentir temor a volar, esta vez estuve durante varios días sintiendo miedo y hablando del asunto en diversas ocasiones, imagino que con la intención de aliviar la angustia que esto me producía.
    Finalmente emprendí mi viaje que duro cerca de 10 días y, justo en el vuelo de vuelta a casa, pasados apenas cinco minutos del despegue, el piloto anunció que debíamos regresar, que teníamos un problema pero que no era nada grave, tan solo tomaría unos quince minutos.
    Los quince minutos se convirtieron en más de una hora, el avión estuvo volando en círculos, sobre una zona pantanosa, plagada de cocodrilos y serpientes.  Durante ese tiempo se sucedían comunicados anunciando que era un problema de presurización, que aterrizaríamos en un aeropuerto cercano, pero lo más preocupante, además de la espera, fue que el piloto comunicó que empezaríamos a perder combustible para aliviar el sobrepeso del avión.
   Quizás para un experto todo esto correspondía a una rutina perfectamente comprensible, pero para mí, y creo que para casi todos los pasajeros, aquello parecía la rutina de un aterrizaje de emergencia. Este es el fin! Pensé… y empecé a recordar a toda mi parentela, despedirme y rezar para ver si Dios me echaba una mano. En medio de todo aquello me decía a mi mismo que debía haber hecho caso a mis instintos, que no era la primera vez que presentía cosas y después se daban, pero no había remedio, no tenía como escapar de aquella situación. Fue entonces que se me ocurrió la idea de que quizás no se tratara de una premonición, sino que, de tanto temer volar, yo mismo había logrado modificar la realidad para que este temor se cumpliera, porque de alguna manera yo así lo deseaba. No importaba que el resto de los pasajeros nada tuvieran que ver conmigo, llego a parecerme comprensible y natural, la idea de que yo fuera como Dios, que de manera mágica fuera modificando la realidad, al final la premonición solo sería un momento pasajero, en el que tuve conciencia de este poder, una especie de revelación de mi mismo.
   Me dispuse a morir, pero la verdad es que no quería hacerlo, y pensé que si al final tenía este poder para modificar la realidad pues seguramente no moriría ya que no quería, o tal vez sí, me entraron dudas, lo confieso. Tenía la sensación de que este poder reside en lo más hondo de mi ser, que no siempre esta a la vista, sino que yace oculto en un lugar parecido a eso que llaman inconsciente, y si es así, como iba yo a saber lo que realmente quería, a lo mejor me estaba mintiendo también esta vez.    
   Recordé entonces que este tema me obsesiona, constantemente me encuentro   personas, con las que he compartido espacio y experiencias, que tienen una visión tan diferente a la mía de esa realidad, que cuando las escucho me parece como si viviéramos en lugares diferentes. Hablan de lo que parecen ser sus deseos como si estos fueran la realidad misma, no importa que, hechos concretos y demostrables, le digan que están equivocados, siguen repitiendo una y otra vez su discurso,  basado en creencias que responden a sus más íntimos deseos, y no ven que estas no tienen una correspondencia en el mundo objetivo. Si ellos tuvieran el poder que suponen y que yo creo tener, y si al final sus deseos se hicieran realidad, entonces estarían perpetuando en su existencia ese mundo construido sobre la falsedad de sus creencias, no importa que la realidad sea totalmente diferente, ellos la experimentarían y elaborarían de manera tal que el resultado encaje con sus más profundos deseos, que a fin de cuentas es donde reside el poder para cambiarla, pero que de esta manera ese poder quedaría totalmente anulado pues no considera de manera veraz el entorno. 
 Quizás ellos y yo representamos dos aristas de un mismo problema, yo pienso que tengo el poder de ajustar el mundo a mis deseos cuando es probable que lo que sucede es que muchas veces no soy consciente de estos pero mi conducta, como si respondiera a una fuerza mayor, me lleva a colocarme en situaciones donde podrían materializarse. Mientras tanto este otro grupo de personas no sólo no son conscientes de sus deseos sino que además deforman la realidad para ajustarla a sus creencias. Al final todos estamos enfermos de falta de objetividad, andamos a ciegas, incapaces de transformar el mundo y lo que es más importante: nuestra propia vida.
 
  Una especie de chillido me sacó de mis divagaciones, el avión acababa de aterrizar, al abandonar la nave un soplo de aire fresco me trajo de vuelta a la vida. Empezaba a caer la tarde, y las veinticuatro horas de espera que me aguardaban, para poder tomar el próximo vuelo a casa, fueron una cura de objetividad más que suficiente para, al menos por esas horas, apartar de mí  temores y falsas ilusiones.

domingo, 19 de junio de 2011

Father and son.

domingo, 5 de junio de 2011

LLegó la Revolución.

                                                                             
Hoy estuve por Plaza Cataluña para ver de cerca el rostro de eso que se ha dado en llamar Spanish Revolution, Revolución de los Indignados, etc. Hubo algo que enseguida me llamó la atención: el estado de deterioro y destrucción de la plaza. No pude dejar de pensar en experiencias pasadas, en otra revolución, allá por el Caribe, una que derribó monumentos, desmontó arboledas, desecó ciénagas, y a la postre terminó destrozando vidas. Aquí, en plaza Cataluña, todo marcha aún en un estado embrionario, pero el deterioro de la plaza, único espacio de poder físico de estos revolucionarios, parece augurar la tormenta que se desataría si llegaran, como en aquella isla caribeña, a ostentar un poder mayor. A esto se suma la indiferencia con que los revolucionarios indignados, o viceversa, parecen asumir dicho deterioro.
  Los revolucionarios son una especie única, tan llenos de pasión, con un sentido de la historia tan romántico, y no es que no les falten razones para estar indignados, esa es otra historia, cuando hablan, casi siempre declaman, parece que lo hacen en nombre de Dios, lo que en lengua revolucionaria se traduce como “en nombre del pueblo”, pobre del revolucionario que no hable en nombre del pueblo asi sea para tirarse un pedo. El revolucionario adora las asambleas, el panfleto y las teorías conspirativas, siempre hay una gran potencia, países o instituciones a los que combatir y mostrarles la furia del pueblo. Curiosamente fenómenos como esta Spanish Revolution sólo son posibles en países donde existe un mínimo de garantías democráticas, da igual que estas garantías sean reales o aparentes, el resultado es más o menos parecido, las instituciones de gobierno toleran las manifestaciones ya sea porque las entienden como un derecho, o porque le interesa aparentar tolerancia para mostrar una cara democrática al mundo.  Una parte significativa de ser revolucionario es vestirse como uno, cuanto más extravagante y singular mejor, no falta una camiseta del Che, una gorra verde olivo, unos pelos largos y un aspecto de no haberse bañado en siglos, con el correspondiente olor, también hay gente con un aspecto más ordinario, estudiantes en su mayoría, por lo general gente honesta con inquietudes políticas, cuya suerte y destino, en caso de que los revolucionarios llegaran al poder, es el de tontos útiles, la oposición y el exilio,  en ese orden, aunque hay quien no pasa por los tres estadios, el mayor defecto de un revolucionario es su honestidad a través de ella queda sellado su destino.
El revolucionario es un amante del arte, ha inventado hasta estilos, quién no recuerda el “realismo socialista” o “la nueva trova”,  en plaza Cataluña había un trovador con aspecto andino que guitarrazo tras guitarrazo le recordaba al público que “el pueblo unido jamás  será vencido”, poesía en estado puro, alrededor un público extasiado lo escucha convencido de asistir a un momento histórico extraordinario, quien les iba a decir que este año se iban a ahorrar el pasaje a Cuba, ya no hace falta ir tan lejos para hacer turismo revolucionario, la revolución ahora transcurre en el patio de casa.
Han ido pasando los días desde que comenzó esta revolución, ha habido cargas policiales, aún no hay mártires pero podrían aparecer en cualquier momento, las revoluciones necesitan de ese combustible. Sobreabundan las propuestas para repartir la riqueza (ajena) y brillan por su ausencia las que pretenden que se genere riqueza, no faltan las que abogan por liquidar las instituciones democráticas, que es cierto distan mucho de ser ideales, pero en su lugar solo proponen el caos y la anarquía, reservando, de paso, el derecho a administrar ese caos, seguramente, a un revolucionario iluminado y de honestidad (ya se sabe que es la mayor debilidad de la especie) a toda prueba.
Resumiendo, más de cuatro millones de parados es razón más que suficiente para estar cabreados, es una buena noticia que muchos ciudadanos expresen su malestar y le manden el mensaje a los políticos de que deben hacer algo, y por último: en general la fauna que ha decidido instalarse en plaza Cataluña me recuerda demasiado, por sus maneras y el contenido de su discurso, a aquellos lobos disfrazados de corderitos que se hicieron con el poder en Cuba hace más de cincuenta años y que han llevado a la ruina no sólo al país sino también a sus ciudadanos, con el consiguiente coste en dolor y sufrimiento.
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