sábado, 10 de octubre de 2009

¿Por qué me siento exiliado?


Por estos días se cumplen tres años que abandoné Cuba. En mi peregrinaje pasé por México, USA y ahora estoy en España, especialmente aquí me he encontrado mucha gente, y hablo de gente de buena voluntad, que no entiende bien por qué me siento un exiliado y no un emigrante, pensaba escribir algo dirigido a esa gente cuando ayer leí, en el Nuevo Herald de Miami, un articulo de Vicente Echerri titulado “Exilio por 30 años” referido al mismo tema, después de leerlo siento que no tengo mucho más que agregar así que voy a dejar que él hable por mi, e incluiré unos fragmentos de dicho articulo.

“...``Acabo de llegar'', porque este mundo donde hace 30 años que vivo y trabajo y amo y espero no es más que un ámbito ilusorio y provisional para el auténtico exiliado (cuidado, hay muchos que dicen serlo pero que no son más que emigrantes que residen fuera de su país); el exilio es un pathos, una desazón y una inconformidad, una pérdida y un anhelo insatisfecho y permanente por el país perdido que sigue siendo el único real, aunque se trate de una nación envilecida y fracasada que, objetivamente, no valga la pena.
A diferencia de los regímenes autoritarios, el totalitarismo es un fenómeno devastador, sobre todo en su versión marxista. La ruptura de las tradiciones, la anulación o consciente adulteración del pasado, la inducida perversión de los hábitos ciudadanos, la fealdad impuesta, la miseria que siempre resulta de la ausencia de una clase empresarial, la desesperanza que se genera cuando falta el ánimo del lucro, la represión policial, el oportunismo grosero y el escepticismo son algunos de los rasgos distintivos del más atroz, anómalo y perverso de los sistemas políticos.
De todo eso me distanciaba gozoso en la tarde del 7 de octubre cuando abordé en La Habana el avión de Iberia que me llevaría a España en un viaje sin regreso a plazo fijo. Ahora bien, esa sociedad asfixiante y en quiebra era, a un tiempo, el espacio donde había transcurrido hasta entonces la totalidad de mi vida y, en consecuencia, estaba inextricablemente unido a ella, por entrañables lazos de sangre que se hundían en el tiempo, por nexos de amistad, por idioma, por historia y cultura compartidas. Renunciar a Cuba era una petición imposible, era como pedir que me muriera; y casi lo mismo habría significado el no alejarme del espacio físico donde enteramente lo cubano se degeneraba y se travestía. El exilio consiste en esa traumática opción.
No sé si alguna vez pueda volver --aunque casi a diario sueño que transito por las viejas calles de mi ciudad natal. La desfiguración del país perdido puede llegar al extremo de convertirlo en una verdadera utopía, es decir, en un lugar ninguno que carece de una existencia íntegra fuera de los lindes de la imaginación o la memoria. Llegado a ese punto, tal vez la esperanza o el sueño del regreso, que no el regreso mismo, sea la más auténtica razón de ser de un exiliado.”

(C)Echerri 2009
Enlace al artículo completo de Vicente Echerri: http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/story/561242.html

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