sábado, 18 de septiembre de 2010

Crónicas de Sherwood II


El recuerdo de la multitud, que enmudeció cuando el pequeño Juan ejecutó la orden de colgar a Much, volvía cada noche a su mente, lo hacia revolverse en su lecho hasta despertar. El silencio que se hace en mi alma es como la muerte, le había dicho a Marian. Se levantaba cada día con un estado de zozobra inexplicable. Los días parecían interminables. Empezó a sentirse pequeño y sentía como si su cuerpo le pesara, arrastraba los pies como un anciano mientras sus hombros parecían querer aplastarlo contra el piso, El trato con Robin se hizo no solo difícil sino también peligroso, empezó a desconfiar de todos y más de uno fue llevado al cepo sólo porque Robin adivinaba en él a un traidor, los sirvientes evitaban cruzarse con él, se hacía un vacío a su alrededor nada mas entrar en una habitación. En medio de todo ese ambiente opresivo, Marian quedó embarazada.
En los dos meses que llevaban escondidos en la cueva la salud de Marian se había ido deteriorando en la misma medida en que su abdomen se dilataba. Se alimentaba mal, la caza era irregular dado que no era fácil para Robin y el pequeño Juan salir de cacería, especialmente difícil fueron los primeros veinte días, patrullas de soldados recorrían las inmediaciones y grupos de antiguos sirvientes armados los buscaban detrás de cada arbusto, atraídos por la recompensa ofrecida por el rey Juan. En el último mes dormía mal, pasaba horas despierta respirando con dificultad y con una tos que a veces no cesaba en toda la noche, en ocasiones salía de su boca un moco verde mezclado con sangre, al principio solo hilos de sangre pero en los últimos días se habían vuelto totalmente rojos . El embarazo no había logrado apaciguar a Robin, que se había vuelto distante y huraño, casi no hablaban y hacía mucho tiempo que no recibía de él una frase amable o el consuelo de una caricia. La mente de Marian también volaba hacia el pasado, había amado en demasía, se decía a sí misma, consumió todo el amor que Dios le había asignado para esta vida y ahora ya no le quedaba nada, había tenido la ilusión que el hijo por venir cambiara todo y una vez más el viento soplaría a su favor, pero los acontecimientos de los últimos meses habían hecho saltar por los aires toda esperanza, y ahora esta tos que no la dejaba, ya había visto a otros toser de esa manera y sabía como terminaban. Al menos el pequeño Juan se mantenía atento a sus necesidades y hacía lo posible por complacerla, era un hombre extraño, pese a su aspecto algo grotesco, debido a su enorme figura, había en él una cierta ternura, para el ojo poco observador sólo era visible el hombre capaz de destrozar de un solo golpe a quien le presentara batalla. Lo apodaban el carnicero de Sherwood, después de la rebelión de Much. Nadie tenia idea de lo delicado que podía ser su trato, ni del calor que desprendían sus ojos cuando en medio de la oscuridad la contemplaba, las caricias de su mirada era el único bálsamo de que disponía en estos días de oscuridad.


Se hizo un silencio absoluto en el bosque, los sentidos bien entrenados de Robin le decían que algún peligro de acercaba, tomó el arco en sus manos y aguzó la vista intentando adivinar que había mas allá de la niebla, no tuvo que esperar mucho, ya se escuchaban los pasos de dos hombres que caminaban apresuradamente y el jadeo de uno de ellos delataba a un hombre gordo y entrado en años, era lo que esperaba, se trataba del pequeño Juan y del padre Tuck.
Se aseguraron de que nadie los siguió, les dijo Robin, antes de fundirse en un abrazo con el padre Tuck -no te preocupes, están acostumbrados a verme salir a todas horas, Dios nunca duerme - le respondió este. Tuck corrió junto a Marian, que ansiosa lo llamaba desde el fondo de la cueva-¿Cómo estas pequeña? Ya falta poco, tranquila.- le dijo, intentando tranquilizarla, mientras se esforzaba en esbozar una tenue sonrisa. Tuck estaba horrorizado, la imagen que tenia delante en nada recordaba a la hermosa mujer de otros tiempos. Después de unos minutos se volvió hacia Robin , y llevándolo lejos de Marian le dijo que necesitaban una comadrona, que el no sabia de partos, intento hacer razonar a Robin de la necesidad de sacar a Marian de ese lugar, que de lo contrario terminaría por matarla. Estuvieron debatiendo unos minutos, pero los gritos de Marian pusieron punto final a la conversación, corrieron a su lado. Robin aceptó que Tuck se llevara al niño a un lugar seguro, después del parto, y en cuanto se calmara la persecución se reunirían con él y se irían lejos de allí. Entre las piernas de Marian asomaba una mata de pelo ensangrentada.
Casi al amanecer el llanto de un niño llenaba la cueva. Marian había perdido el conocimiento en el último instante. Asearon al pequeño lo mejor que pudieron. Robin permanecía como petrificado ante las maniobras del padre Tuck, sólo sus ojos, que volaban del niño a la madre, delataban la tormenta de ideas en su interior. Lo colocaron sobre el pecho de su madre. El pequeño Juan humedeció la frente y los labios de Marian, que recuperó la conciencia, y sin pronunciar palabra, tomó el bebe en sus brazos. El llanto del pequeño se confundía con los sollozos apagados de la madre. Robin, Tuck, y el pequeño Juan, guardaban silencio.


Imagenes: Robin Hood, serie de 100 "Postalitas Cubanas" publicada en Cuba en la década del sesenta. Tomadas del blog Guije.com.

2 comentarios:

  1. Espero ansiosa la parte III.
    He visto las postalitas en el Guije.com , y otras cosas interesantes.?Sera que ese Blog aun se actualiza?
    Espero leerte pronto. Buen fin de semana!

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  2. Gracias Fermina, hace rato que no paso por el Guije.com, en Cuba crecí viendo las famosas postalitas, una herencia de mi hermano, recuerdo que estaban pegadas en un álbum, unas de animales y otras de los rebeldes, que lejos parece todo eso ahora. Buen fin de semana también para tí.

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