domingo, 7 de febrero de 2010

¿La vida sigue igual?


La escuela estaba junto a la iglesia, era un antiguo colegio de monjas que había sido "intervenido" por la Revolución, en aquellos años en que fueron barridos curas, monjas, crucifijos, rosarios, y Dios se fué a la clandestinidad. Eramos muchos en el aula de segundo grado, la generación de la explosión demográfica de finales de los 60, el aula era enorme, de puntal alto, con grandes ventanas que daban a la calle, y muy iluminada. Yo me sentaba en una mesa hacia el fondo, a mi lado se sentaba una niña que habia llegado nueva, a la escuela, hacia sólo unas pocas semanas, casi no hablabamos, recuerdo que se comía los lápices y siempre tenía la boca y el uniforme sucio de grafito, era inteligente pero muy chapucera, en esto haciamos una buena pareja pues mis libretas estaban simpre saturadas de borrones y dibujos, y de mi letra mejor no hablar, aún hoy, es horrible. Una mañana la maestra nos avisó que al día siguiente no tendriamos clases, en lugar de eso iriamos al cine, a ver "La vida sigue igual", película que protagonizara Julio Iglesias y que, aunque yo entonces lo ignoraba, era el acontecimiento del año en el pueblo y me temo que en todo el país. No había terminado de decir esto, la maestra, una niña , gordita, y rosada como una manzana, que vivia cerca de mi casa, estalló en llanto , inconsolable, no paraba de llorar, se puso roja como un tomate, hubo que sacarla del aula, sólo repetía "por qué me tenía que pasar esto a mi", un rato después, durante el recreo, un niño , no sé de donde sacó la información de que la causa en cuestión del llanto era que sus padres se estaban divorciando, casi ningun niño sabía bien de que iba la historia pero a juzgar por el llanto de la niña estabamos seguros de que no era nada bueno, yo me consolé pensando que a mi no podría sucederme nada parecido pues mis padres eran mayores y los viejos simpre estan juntos, me preocupaba que se murieran pero divorcio, no, eso no me sonaba, los viejos no se divorcian, cómo fué que llegué a esa conclusión, la verdad es que lo ignoro, pero me sirvió de consuelo durante mucho tiempo, no obstante, esa noche, los estuve estudiando, me fuí a la cama, como a las 8, sin haber notado nada que se pareciera a un divorcio, cualquiera que fuera el significado de esa palabra , pero no dormi bien.
El cine del pueblo tenía un montón de años, los asientos no eran butacas sino bancos de madera, bastante incómodos, no tenía aire acondicionado, sino ventiladores viejisimos que no siempre funcionaban, los dias de mucho calor dejaban las puertas laterales de salida abiertas, para que circulara un poco de aire. Aquel día daban una tanda extra para que los niños de las escuelas vieran la película, no tengo idea de quien habra sido la idea, pero, en medio de la locura revolucionaria y en un pueblo del interior, todo es posible. Salimos de la escuela formados de dos en dos, tomados de la mano, a mi lado iba mi compañera de aula, mientras andabamos se me ocurrió que ella era mi novia y ya empezaba a convencerme cuando la maestra se inclinó delante de mi a recoger algo que se le había caído al suelo, eran los años de la minifalda y mi maestra tenía unos muslos preciosos, en más de una ocasión la espié en clases para verle los muslos y alguna que otra vez las nalgas, esta vez la emoción me duro poco, pasabamos en ese momento cerca del policlínico del pueblo y recordé que el novio de mi maestra era mi dentista, él se empeñaba en llenar mi boca de hierros y en sacarme alguna muela de vez en cuando, yo, en venganza, le vacilaba a su novia pero tenía la sospecha de que podría ser al reves y él era quien se vengaba de mi, nunca supe la verdad, ese día no fue difícil reconciliarme con la idea de que mi compañera de aula era mi novia. Recuerdo el cine a oscuras, no le solté la mano en toda la función "...siempre hay por quien sufrir y a quien amar...", algunos niños estaban dormidos, entre los mayores se escuchaba algun que otro sollozo, la de los padres divorciados lloraba a moco tendido "...unos que nacen , otros moriran, unos que rien , otros lloraran...",el sonido del proyector cuando se termina un rollo y cambia de proyector, silbidos, la acomodadora mandando a callar y poniendo orden entre los niños que se alborotan con tanta algarabia, yo callado, mirando con ojos de adulto a mi alrededor, mi compañera, es decir mi novia, tampoco dice nada, tiene los ojos clavados en la pantalla, tengo la mano acalambrada y sudorosa de no moverla "...los buenos quedan los demás se van...",se encienden las luces, mi novia me suelta la mano sin decir nada, los adultos aplauden y los niños que quedan despiertos se suman al bullicio general, empezamos a salir del cine, un sol intenso nos encandila, en mi cabeza resuena "...la vida sigue igual..."
He visto muchas películas desde entonces, más de un melodrama y hasta he protagonizado alguno, aquella fué la única vez que le tomé la mano a mi compañera de aula, nunca le dije que habiamos sido novios y aunque ella no me rechazó la verdad es que tampoco habló nunca del asunto. Al año siguiente yo cambié de escuela y la perdí de vista por muchos años. Terminé abandonando el pueblo a los 11 años y regresé cuando ya era un hombre.
Un día hablando con mi madre, que seguía en el pueblo, me contó de una muchacha, a la que su esposo, que era policia, le había disparado, decian que en un arranque de celos, y después él se había suicidado. No le puse mucha atención al asunto pues mi madre, nada más yo entrar por la puerta de la casa, acostumbraba a hacerme toda la crónica roja del pueblo, desde mi última visita hasta la fecha, un compendio de noticias que incluian divorcios, suicidios, robos, crimenes, los que murieron "de algo malo", estos últimos eran casi todos los fallecidos del pueblo, no importaba que yo no tuviera idea de quienes eran, ella me lo contaba igual, sin perder ni una gota de entusiasmo, yo la escuchaba. Resultó que un tiempo después de aquella conversación me encontré un amigo de la infancia, y hablando de los tiempos de segundo grado me empezó a contar de mi antigua compañera de mesa, recuerdo que me dijo "que estaba buenisima", que si yo la viera ahora , que si "era un mujeron" y por último me dijo "y pensar que el marido por poco la mata a tiros", efectivamente, era la muchacha del cuento de mi madre. Por esos dias logré verla de lejos en la calle, mi amigo tenía razón, era una mujer preciosa, me acerqué a ella e intercambiamos unas palabras. Me encantaria decir que la tomé de la mano, que nos seguimos viendo, que fuimos felices, y comimos perdices, pero nada de esto pasó, apenas me recordaba y algo, en sus ojos, parecía como ausente. Tambien pregunté por mi maestra de entonces, resultó ser una señora que había protagonizado, hacia pocos años, una de las historias lesbicas más sonadas del pueblo y que tambien ya yo había escuchado de boca de mi madre, sin darme cuenta que se trataba e ella, dicen las malas lenguas que fueron sus muslos los que enloquecieron a su amante, una mujer casada y directora de la escuela. De mi dentista, el novio de la maestra, nadie me pudo dar razón. Aún hoy me da pánico el dentista, tanto que casi no me quedan dientes sanos. La gordita del llanto seguía siendo vecina de mis padres, aún estaba gorda, se encontraba felizmente casada y tenía dos niñas igualmente gorditas y rosadas.
Por último, él que les habla se marchó definitivamente del pueblo, de la provincia y de Cuba, perdió de vista a todos los protagonistas de esta historia, o al menos eso cree. Hay dias en que el pueblo regresa a mi, sin pedir permiso, en dias como esos me pregunto cuanto de mi se ha ido y cuanto de mi aún está sentado en un banco de madera, en ese viejo cine de pueblo, tomado de la mano de mi compañera de aula mientras, en la pantalla, "...la vida sigue igual..."

4 comentarios:

  1. Chico, eso de Calabacita me tenía despistada. No eres mujer ni tus historias dan ganas de dormir. Fue agradable leer este recuerdo. Así es, uno no sabe si el pueblo viene a uno o es uno quien se empeña en regresar a él. Y esos novios y novias que mujeres y hombres dejamos en el camino nos traen evocaciones de un tiempo pleno de inocencia. Rara elección para los pioneros ¿no?

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  2. REcibí un correo y quisiera saber si era de usted. Cuando digo novias y novios, me refiero al plural de los cubanos que recuerdan, no me refiero a usted, ni a mí, si no a todos los recuerdos de todos los que vivimos fuera. No descalifico esta historia de amor primero, no descalifico su recuerdo, ni mucho menos lo demerito. Lo elogié y le pido disculpas si no me expliqué bien, me identifiqué con su escrito por lo del cine, por la mano que no se olvida y por ser una remembranza infantil. Si me referí a recuerdos plurales, no es porque no leyera su escrito, si no porque decía que todos cuantos llevamos un blog a cuestas y estamos lejos del país nos la pasamos cargando recuerdos, son historias de vida compartidas. Le sugiero el cuento Un olor a clavelina de Onelio Jorge Cardoso, de un hombre que regresa a su pueblo y tiene su vida marcada por el recuerdo de una maestra de su escuela. Gracias

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  3. Kerala, gracias por pasar por aquí. Sí, soy hombre, lo de la calabacita empezó por jodedera y terminé usandolo en todos lados, mi verdadero nombre es Angel. Un saludo y gracias por la visita, y por tus palabras.

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  4. Kerala, no te he escrito correo alguno, justo ahora es que acabo de leer tu comentario y te contesté lo que ves arriba.

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